jueves, 19 de junio de 2014

Exceso o falta de adherencia, malos indicadores en el deporte.


Este concepto surgió principalmente ante los padecimientos crónico- degenerativos. Así, se pretendía que  los pacientes se apegarán a su tratamiento, tanto médico, como farmacológico y nutricional, de modo que pudieran regular su salud y mantenerse en un buen funcionamiento, aun a pesar de las consecuencias provocadas por la enfermedad.

Sin embargo, el concepto de adherencia se ha ido ampliando y actualmente se utiliza para evaluar el grado de cumplimiento en cualquier tarea o actividad. En el deporte, se utiliza también para identificar el grado de apego a las tareas del entrenamiento o de las actividades complementarias del mismo (fisioterapia, nutrición, entrenamiento psicológico).

La adherencia es fundamental,  ya que el exceso o la falta, impiden que el plan del entrenamiento se realice como debería y por tanto no se alcancen los objetivos previstos. Indicadores como la asistencia, puntualidad, trabajar como exige el plan de entrenamiento y aportar el esfuerzo  necesario físico y mental, son aspectos estructurales donde se observa esta variable.

No obstante y en el menor de los casos, existen deportistas que presentan excesos de adherencia. Esto contribuye a que los atletas se sobre esfuercen y no rindan adecuadamente ni en entrenamientos, ni en competencias. Casos como estos son muy comunes cuando por querer rendir mejor, consumen fármacos ilegales, realizan sesiones de entrenamiento fuera de las programadas por su entrenador, o siguen dietas de las cuales no obtienen los nutrimientos necesarios, por ello el cuerpo se desgasta excesivamente y aumenta la probabilidad de contraer lesiones.

Existen algunas situaciones básicas que favorecen la falta  y el exceso de adherencia. Estas son:

Falta de adherencia:
Algunos ejemplos:
1.  Circunstancias antecedentes específicas, en cuya presencia sea más probable la falta de adherencia
Llegar tarde porque en la primera ½ hora del entrenamiento, se llevan a cabo los ejercicios para fortalecer el físico.
2.  Es probable que proporcione algún tipo de consecuencia gratificante.
No llegar al entrenamiento los jueves porque si se queda en casa, podrá ver su programa favorito.
3.  Que la adherencia no proporcione consecuencias gratificantes.
Que no vayan a entrenar porque se aburren, no aprenden y el entrenamiento es monótono.
4.  Que resulte aversivo.
Que no vayan porque el entrenador les grita, o porque sus compañeros le hacen burla.
5.  Decremento en la motivación básica y creencias y actitudes personales que los predispongan a no cumplir.               
Que no acudan porque consideran que rinden igual si van o no, o porque “ya saben todo lo que deberían de aprender”.
6.  Aprendizaje de forma vicaria, por observación e imitación.
Que existan deportistas significativos en el equipo, los cuales no cumplan y se les premie o no se les castigue por ello.
Exceso de adherencia:
Algunos ejemplos:
1.  Control de situaciones de Estrés.
El deportista considera que si entrena fuerte una última vez, antes de la competencia, podrá poner a punto las habilidades necesarias, y rendirá mejor en el partido.  
2.  Motivación incontrolada.
El atleta desea rendir adecuadamente y satisfacer las expectativas propias y de los demás por lo que realiza conductas obsesivo- compulsivas para controlar la situación.
3.  Reforzamiento del exceso.
Se trata de personas vulnerables para las conductas de exceso, donde la adherencia  es su principal fuente de percepción de control y gratificación. Aquel deportista que sobre entrena y es elevado por su entrenador, por esforzarse más que el resto.

Para aliviar estas situaciones, el primer paso consiste en identificar con claridad que es lo que está pasando y por qué. Aclaremos que en muchas ocasiones, los deportistas no habían tenido antes acercamientos a las tareas solicitadas (como acudir a una sesión psicológica), por lo que brindar información adecuada y concisa sobre las demandas, puede modificar de forma radical la visión que se tiene de dichas conductas.

Seguido a esto, la participación del entrenador, resulta fundamental para que desde el inicio, el deportista perciba que acudir al entrenamiento o a las sesiones complementarias es importante para mejorar su rendimiento a mediano y largo plazo.  Además, su actuación en la planificación del entrenamiento, es clave para que los deportistas se sientan implicados en el deporte, les dé gusto asistir y tomen los ejercicios como retos constantes pero alcanzables, donde pueden controlar su conducta para lograrlo. También debe trabajar para que los ejercicios que plantea no provoquen más estrés del que los deportistas son capaces de manejar, donde medie la novedad, dificultad y esfuerzo  demandado, así como realice un planteamiento de exigencias progresivas y una correcta evaluación del rendimiento.

Así mismo recordemos que debemos formar hábitos favorables tras la práctica deportiva, por lo que fomentar la puntualidad y asistencia no debe de hacerse a un lado.


Por último pero no menos importante, el entrenador debe de ser congruente con lo que exige a sus deportistas, ya que no puede pedir adherencia si él no es el primer ejemplo de ello, o si refuerza conductas de no adherencia simplemente para que las “estrellas” del equipo no se vayan.

martes, 3 de junio de 2014

¿Psicología para el entrenador?



Como psicólogos en cualquier ámbito, nos enfrentamos a la dura tarea de convencer a la gente de que lo que hacemos no es una mera charrada, sino un conocimiento científico, estudiado y especializado cada vez más para dar respuestas a las problemáticas actuales. 

Aunado a esto, los psicólogos nos seguimos enfrentado a la pregunta absurda que suele plantearse ¿por qué un psicólogo, si no hay aquí ningún loco y todos somos normales? y para decir verdad como comenta Ortega y Gasset (1950), "la percepción normal no es sino una alucinación continuada y colectiva", entonces preguntaría, ¿por qué no un psicólogo que te ayude a enfrentar mejor la normalidad?.

Similar pasa con algunos entrenadores, puesto que cuando un psicólogo llega a colaborar con ellos, frecuentemente surge una reacción de rechazo hacia el mismo. Será miedo de ser evaluado, criticado, de que se roben sus conocimientos, de ego. Ya que de entrada, si los conocimientos se pudiesen robar de dicha manera, entonces ¿en dónde quedarían los profesores y educadores dedicados a la formación académica?

Por otro lado,  también es cierto que muchos psicólogos deportivos hemos llegado con la visión de querer mejorar el mundo y dar cierta evaluación de que lo que se ha hecho hasta ahora fue erróneo, que solo a través del conocimiento que uno predica, las cosas van a ser mejores  (tal vez algunos complejos de héroes o salvadores mundiales). Por ello, ¿cómo no obtener una reacción negativa del entrenador?

Aclaremos entonces que si uno pudiese prescindir del otro, ¿cuál sería el propósito de continuar formando profesionales en dichos campos? Uno no puede saberlo todo, y si cree hacerlo, será el conocimiento al que medianamente pueda acceder mentalmente, que por razones obvias, al final no lo seria todo.

El entrenador deportivo es aquel que cursó y se formó específicamente (en México la UNED, la ESEF y algunos cursos de acreditaciones impartidos por COM, CONADE, IDDEAC o incluso la UNAM en su área deportiva, sirven para dicho efecto). Conoce la forma de planear sus entrenamientos, los periodos, las cargas, la intensidad, así como los aspectos básicos y específicos técnicos, y tácticos.

Un psicólogo deportivo, es aquel que se formó en psicología como área general y se ha ido especializando en el deporte y la psicología aplicada al mismo. De entrada, cualquier psicólogo que solo cumpla con el primer requisito, en teoría no debería funcionar como psicólogo deportivo, como una persona que estudia un curso de vendaje deportivo, no es un médico del deporte, o aquel que toma un curso de planificación del entrenamiento, no es por ello un entrenador, pero si pueden colaborar a través de su conocimiento.

Ahora bien, el entrenador, ejerce una influencia fuerte en el deportista, es su modelo a seguir, ejemplo y además posee mucha credibilidad. Por lo que para mantenerlo, debe ser consistente, objetivo y ampliar sus recursos para brindarle a los atletas, la mejor experiencia dentro del deporte.

Para ello sirve el psicólogo, no para decirle que lo que hace está mal, sino para ayudarle a que su forma de enseñar, la planificación de los ejercicios y la comunicación que tiene con sus deportistas, puedan ser lo más eficaces posibles para las poblaciones que entrena.

Entre lo más importante, enseñarle a utilizar estrategias para organizar mejor el funcionamiento de su grupo, obtener mayor beneficio de las sesiones, optimizar el rendimiento, que conozcan formas adecuadas de reforzar, extinguir e incluso de las menos, castigar (entendidos a través de la perspectiva conductual), autocontrolar sus propias emociones, motivación constante y bien encaminada, lograr una mayor satisfacción, propiciar que la actividad sea saludable y formativa, prevenir lesiones y evitar el abandono.

Concluyendo, el entrenador ni el psicólogo deben pretender sustituir las funciones del otro, puesto que cada uno tiene su área de pericia. Además, la relación que se establece con el psicólogo es distinta por lo que este ayuda para modificar la disposición psicológica más rígida (creencias, actitudes) y en el dominio de estrategias de autoaplicación. Mientras que el entrenador influye principalmente en el control de las circunstancias ambientales relevantes para el deportista. Establecimiento de objetivos adecuados, ejemplos apropiados, organizando ejercicios atractivos y estimulantes, formulando instrucciones precisas y reconociendo esfuerzos.