Nuevamente tocando el tema del trabajo con los niños, y
ahora involucrándome un poco más en temas de desarrollo humano, sale a la luz
la importancia de ciertos procesos para el individuo. Por ejemplo, se dice que
entre la niñez temprana y niñez media (2-11 años aproximadamente), los niños
desarrollan nociones como la identificación emocional; qué causa cierta emoción
y cómo reaccionan ante esta. También desarrollan conceptos de teoría de la
mente (como los nombra Piaget), respecto a lo que es pensar y qué implica.
Y supuestamente una vez que se da el proceso, el siguiente
punto es el desarrollo del mismo, el cual, si bien existe, no llega a un punto
suficientemente adecuado. Tal es el caso de adultos que tienen problemas para
identificar qué pensamiento se presentó o incluso para identificar y expresar
sus emociones.
No obstante, y como aprendí no hace mucho, existe la otra
posibilidad, en la que se dio el desarrollo y aprendimos a frenarlo o incluso
retrocedimos en este. Aprendimos que es más importante contener emociones
incomodas para liberarnos de la carga de enfrentarlas o porque socialmente no
están bien vistas, aprendimos que sentir ciertas emociones es parte normal de
una vida activa inmersa en un mundo capitalista, etc. El punto principal es que,
de una u otra forma, aprendimos erróneamente a desentendernos de nosotros
mismos para entendernos con los demás.
Así pues, además de los puntos que señalé anteriormente, los
cuales se retomarán, el objetivo principal de este texto es resaltar el estrés
(como mencioné el mes pasado).
Si bien la definición se manejó en el blog de enero, hemos de
aclarar que el estrés está directamente ligado a la activación cognitiva y
física, es decir al grado de alerta en nuestra mente y cuerpo, así el estrés
implicará estados altos, ya sea si hablamos de un eustrés (activación con una
connotación positiva) o distrés (activación con una connotación negativa).
Y ¿cómo afecta a la mente y cuerpo? El modelo cognitivo
conductual que suele usarse en muchos ámbitos de la psicología por sus
comprobados resultados, principalmente con el tema del estrés, habla de la
influencia del pensamiento sobre la emoción y la conducta. De esta manera si
contemplamos que el estrés parte de la apreciación de si puedo o no realizar
una tarea, vemos la implicación directa de la mente, lo cual genera estrés y, por
consiguiente, las reacciones fisiológicas asociadas, como sudoración en la
piel, aumento de la frecuencia cardíaca, disminución de la temperatura
corporal, contracción muscular, nausea, etc.
Si sumamos el hecho de que o no tuvimos un desarrollo completo,
lo frenamos o retrocedimos, nos topamos con la falta de autoconocimiento y el
poder percatarnos de qué pensamos, que sentimos y cómo actuamos. Así podemos
llegar a tener pensamientos recurrentes que continuamente contribuyan a generar
estrés, además, también podemos encontrar que hay personas que no identifican que
tienen estrés y que acumulan los efectos físicos negativos en su cuerpo, a tal
grado que solo a través de un quiebre, como una posible parálisis facial o una
contractura que incapacite el movimiento, entonces comienzan a percatarse.
De esta manera como profesionales ya sea psicólogos, entrenadores,
educadores o cualquier persona que trate con niños, hemos de ayudarlos a que
desde pequeños desarrollen el autoconocimiento y aprendan a valorarse con lo
que tienen y con lo que pueden alcanzar. Porque estos son los futuros deportistas
y habitantes de nuestro país.
Y si aún quedan preguntas de cuál es la relación entre este
tema y el deporte, he de mencionar que el estrés es un factor cotidiano en la mayoría
de deportistas amateurs y de alto rendimiento, que a veces no saben que presentan
y que contribuye significativamente a la merma de su rendimiento. Por tanto, si
proveemos e intervenimos desde edades tempranas, podremos tener atletas con
mayores recursos y habilidades para enfrentarse al mundo deportivo.