martes, 28 de febrero de 2017

Autoconocimiento, un camino para erradicar el estrés


Nuevamente tocando el tema del trabajo con los niños, y ahora involucrándome un poco más en temas de desarrollo humano, sale a la luz la importancia de ciertos procesos para el individuo. Por ejemplo, se dice que entre la niñez temprana y niñez media (2-11 años aproximadamente), los niños desarrollan nociones como la identificación emocional; qué causa cierta emoción y cómo reaccionan ante esta. También desarrollan conceptos de teoría de la mente (como los nombra Piaget), respecto a lo que es pensar y qué implica. 

Y supuestamente una vez que se da el proceso, el siguiente punto es el desarrollo del mismo, el cual, si bien existe, no llega a un punto suficientemente adecuado. Tal es el caso de adultos que tienen problemas para identificar qué pensamiento se presentó o incluso para identificar y expresar sus emociones.

No obstante, y como aprendí no hace mucho, existe la otra posibilidad, en la que se dio el desarrollo y aprendimos a frenarlo o incluso retrocedimos en este. Aprendimos que es más importante contener emociones incomodas para liberarnos de la carga de enfrentarlas o porque socialmente no están bien vistas, aprendimos que sentir ciertas emociones es parte normal de una vida activa inmersa en un mundo capitalista, etc. El punto principal es que, de una u otra forma, aprendimos erróneamente a desentendernos de nosotros mismos para entendernos con los demás.

Así pues, además de los puntos que señalé anteriormente, los cuales se retomarán, el objetivo principal de este texto es resaltar el estrés (como mencioné el mes pasado).

Si bien la definición se manejó en el blog de enero, hemos de aclarar que el estrés está directamente ligado a la activación cognitiva y física, es decir al grado de alerta en nuestra mente y cuerpo, así el estrés implicará estados altos, ya sea si hablamos de un eustrés (activación con una connotación positiva) o distrés (activación con una connotación negativa).

Y ¿cómo afecta a la mente y cuerpo? El modelo cognitivo conductual que suele usarse en muchos ámbitos de la psicología por sus comprobados resultados, principalmente con el tema del estrés, habla de la influencia del pensamiento sobre la emoción y la conducta. De esta manera si contemplamos que el estrés parte de la apreciación de si puedo o no realizar una tarea, vemos la implicación directa de la mente, lo cual genera estrés y, por consiguiente, las reacciones fisiológicas asociadas, como sudoración en la piel, aumento de la frecuencia cardíaca, disminución de la temperatura corporal, contracción muscular, nausea, etc.

Si sumamos el hecho de que o no tuvimos un desarrollo completo, lo frenamos o retrocedimos, nos topamos con la falta de autoconocimiento y el poder percatarnos de qué pensamos, que sentimos y cómo actuamos. Así podemos llegar a tener pensamientos recurrentes que continuamente contribuyan a generar estrés, además, también podemos encontrar que hay personas que no identifican que tienen estrés y que acumulan los efectos físicos negativos en su cuerpo, a tal grado que solo a través de un quiebre, como una posible parálisis facial o una contractura que incapacite el movimiento, entonces comienzan a percatarse.

De esta manera como profesionales ya sea psicólogos, entrenadores, educadores o cualquier persona que trate con niños, hemos de ayudarlos a que desde pequeños desarrollen el autoconocimiento y aprendan a valorarse con lo que tienen y con lo que pueden alcanzar. Porque estos son los futuros deportistas y habitantes de nuestro país.


Y si aún quedan preguntas de cuál es la relación entre este tema y el deporte, he de mencionar que el estrés es un factor cotidiano en la mayoría de deportistas amateurs y de alto rendimiento, que a veces no saben que presentan y que contribuye significativamente a la merma de su rendimiento. Por tanto, si proveemos e intervenimos desde edades tempranas, podremos tener atletas con mayores recursos y habilidades para enfrentarse al mundo deportivo.

martes, 31 de enero de 2017

Lesiones deportivas. ¿Cómo influye la mente?


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La otra vez hablando con un compañero de entrenamiento, comentábamos sobre la importancia que tiene cuidar las lesiones deportivas y no dejarlas pasar. También comentábamos, lo sencillo que es encontrar a nivel Amateur y escasamente a nivel profesional (pero también existen) deportistas, que se han sensibilizado y normalizado a las dolencias, que incluso, las encuentran parte de la rutina. Por ejemplo, comentábamos lo fácil que es lastimarse las rodillas en baloncesto, y sobre todo si has practicado toda la vida, sin mucho cuidado sobre la superficie, el tipo de calzado e incluso la adecuación de movimiento.

Así mismo, señalamos la dificultad de acudir a médicos especializados en deporte por falta de presupuesto, y la frecuencia con la que solemos recurrir al uso de antiinflamatorios, analgésicos, ungüentos majestuosos y vendajes poco más que inútiles, los cuales además, tienden a ser maravillosos placebos, pero que a su vez pueden encubrir padecimientos más graves.

Y por supuesto que también hablábamos de la falta de la asistencia de un psicólogo deportivo que se sume al equipo multidisciplinario de trabajo, porque en general, no se sabe para que funciona, y como actúa. Así que para clarificar un poco, comenzaremos hablando de ¿por qué pasa, por que nos lesionamos? 

Pues es bien sabido que las lesiones tienen como gran precursor el desgaste natural del organismo por la edad, el uso o mal manejo de cargas de entrenamiento, la realización de ejercicios sin calentamiento previo o una falta de estiramiento adecuado el cual flexibilice al músculo y una mala ejecución, por mencionar las más obvias. No obstante, ¿cómo afecta la mente en la producción de lesiones?

Ahora se sabe claramente que las variables psicológicas pueden aumentar o disminuir la probabilidad de prevención, lesión o recuperación, y sin lugar a dudas, el manejo del estrés ha sido marcada como una de las variables más importantes, ya que, además de que la lesión en sí misma es un evento estresante, el estrés también suele presentarse antes y durante la lesión, en las hospitalizaciones e intervenciones quirúrgicas, durante la inmovilización y rehabilitación, pero, sobre todo cuando se producen las recaídas (Buceta, 1996). 

Lo cual si vemos a fondo, y contemplamos al deportista como lo que es, un ser humano, podemos darnos cuenta del sin fin de circunstancias que le rodean y que de no ser bien manejadas pueden ser llevadas a contextos en los que no son relevantes, pero que son generadoras de estrés y acumulación del mismo, no solo tras la lesión sino previas a la misma. Tal es el caso de las exigencias familiares, de pareja, laborales, fraternales, etc., que llevadas a entrenamientos o competencias repercuten en el rendimiento.

Y muchos se preguntarán, pero ¿cómo es que el perder a mi pareja, me genera una lesión? La respuesta es sencilla si comprendemos claramente lo que es el estrés. A grandes rasgos, este se concibe como la percepción que una persona efectúa ante un evento, al evaluar si tiene o no los recursos necesarios para enfrentarla. De modo que, ya sea que lo perciba como un reto o amenaza, el cuerpo y la mente se activan y al no ser controlado o extenderse por un tiempo prolongado, puede causar grandes daños al sistema. Por ejemplo, debilitamiento del sistema inmunológico, sobreactivación muscular que dificulta la flexibilidad y coordinación motora.

No obstante, la peor parte y tal vez la más agresiva, son los efectos en la mente, ya que el deportista al estar estresado, reduce el nivel de atención, distrayéndose con mayor facilidad y eliminando atención de lo realmente importante, además de que genera más desgaste y cansancio físico y mental, y errores de ejecución, lo que aumenta la probabilidad de lesión.

Así bien, el papel del psicólogo deportivo puede recaer en la prevención (desarrollo de habilidades mentales: motivación; atención; manejo de estrés; toma de decisiones,; autoconfianza; etc., que ayuden como mediadores para una correcta ejecución, adherencia al ejercicio y eliminación de conductas inadecuadas) y directamente sobre la lesion (desde que ocurre para ayudar a enfrentar la situación, hasta que el deportista se reinserta nuevamente en la vida deportiva o general) .